
Vivir la verdad en el amor
Los que Esperan en el Señor
La semana pasada, en esta columna, escribí sobre los numerosos eventos que ocurren durante el mes de noviembre. Como hemos entrado en el mes de noviembre, los días pasarán rápidamente hasta el Día de Acción de Gracias y el mes de diciembre. Ganamos una hora adicional moviendo el reloj hacia atrás este fin de semana, pero eso no será gran cosa frente a todo lo que tenemos por delante. Noviembre es verdaderamente un mes de esperanza, y esa esperanza es tan importante para nosotros como la luz de nuestra vida. El Papa Francisco habla con frecuencia de la importancia de la esperanza como fuente de sanación.
La esperanza es una virtud en la que tal vez no pensamos demasiado, pero mediante la cual vivimos nuestra vida cada día. La esperanza es mucho más profunda que simplemente perseverar en tiempos difíciles. Es, como la define el Catecismo de la Iglesia Católica, “la virtud teológica por la cual deseamos el reino de los cielos y la vida eterna como nuestra felicidad, poniendo nuestra confianza en las promesas de Dios y apoyándonos, no en nuestras fuerzas, sino en la gracia del Espíritu Santo”. Más que vivir la experiencia de la esperanza, el Catecismo nos dice que “la virtud de la esperanza responde a la aspiración a la felicidad que Dios ha puesto en el corazón de cada ser humano; toma la esperanza que inspira las actividades de los hombres y las purifica para orientarlas al reino de los cielos; protege al hombre del desánimo; lo sostiene en tiempos de abandono; abre su corazón a la espera de la bienaventuranza eterna”.
Es evidente por la descripción de la esperanza en el Catecismo de la Iglesia Católica que la esperanza y la vida eterna están estrechamente relacionadas. La esperanza nos impulsa hacia el cielo y nos recuerda que la vida en este mundo es pasajera, con todas sus alegrías y todas sus dificultades. Sin embargo, somos capaces de afrontar las dificultades del presente precisamente gracias a la esperanza. Entramos en noviembre con la Solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Se nos recuerda que esta vida avanza hacia la vida eterna y que aquellos que nos han precedido comparten esta vida. Nosotros también esperamos compartir nuestro hogar definitivo con ellos cuando cada lágrima sea enjugada y veamos a Dios tal como Él es.
De hecho, el mundo tiene mucho sufrimiento e infelicidad en su interior. Mientras experimentamos esta falta de armonía dentro de nuestra gran nación y las horribles guerras en todo el mundo, somos conscientes de ese sufrimiento. Sin embargo, no tenemos que ir muy lejos de nuestros propios hogares para experimentar dificultades. De hecho, muchas veces no tenemos que salir de nuestros hogares para encontrarnos con ellas. Es la esperanza la que sostiene al mundo y a cada uno de nosotros en estos tiempos de angustia y dificultad. La esperanza no solo nos insta a seguir adelante mientras las cosas mejoran. La esperanza mira más allá de las dificultades actuales de esta vida hacia la promesa de la vida eterna y la amorosa presencia de Dios. Es la firme convicción de que la vida vale la pena vivirla, incluso con sufrimiento y dolor, porque Dios nos ama y nos guía hacia Él y, en última instancia, hacia la vida eterna con Él.
Es bueno tener presente las palabras del profeta Isaías sobre la esperanza durante este mes de noviembre: “Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas…Corren y no se agotan, avanzan y no se fatigan” (Isaías 40:31). Verdaderamente, es el Señor quien nos da la fuerza para seguir adelante frente a obstáculos abrumadores. Isaías deja claro que Dios da fuerza a aquellos que esperan y confían en Él. Aquellos que no ponen su confianza en Dios flaquearán, sin importar cuánto vigor puedan poseer. “Los jóvenes se fatigan y se agotan, los muchachos tropiezan y caen, pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas…despliegan alas como las águilas” (Isaías 40:30-31).
Dios puede lograr lo imposible a través de nosotros si estamos dispuestos a esperar en Él. El gran compositor Ludwig van Beethoven era un católico devoto y con una gran fe. Escribió algunas de las mejores piezas musicales que la civilización jamás conocerá. A través de su música, pudo elevar el espíritu humano más allá de sí mismo y llevarlo al ámbito trascendental de Dios y el cielo. Sin embargo, en la última parte de su carrera, Beethoven perdió la audición. No se puede imaginar una aflicción más grave para un músico. Sin embargo, la sordera no detuvo a este hombre que esperaba en el Señor y la vida eterna. Mientras era sordo, compuso algunas de sus obras maestras, incluyendo su Novena Sinfonía, que ensalza la alegría que todas las personas deberían experimentar. También compuso una de sus obras espirituales más sublimes, la Misa Solemne. Sobre la partitura del Credo de esta Misa, Beethoven escribió: “Dios por encima de todo; - Dios nunca me ha abandonado”. Este es verdaderamente un ejemplo de alguien que esperaba en Dios, y debido a esa esperanza fue más allá de los límites de la naturaleza humana.
Nuestra sociedad está al borde del cansancio. A pesar de todo su énfasis en la juventud y el vigor, está tambaleando y cayendo. Una vez más, la división dentro de nuestra nación y las guerras en todo el mundo nos recuerdan la necesidad de tener esperanza en el Señor. El problema de nuestro mundo hoy en día es un problema de esperanza al enfocarse en los objetivos equivocados como propósito en la vida en lugar de enfocarse en Dios. Como expresa San Pablo en su Carta a los Romanos: “Porque solamente en esperanza estamos salvados. Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿Acaso se puede esperar lo que se ve? En Cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia” (8:24-25). Como nos recuerda San Pablo, esperar contra toda esperanza (cf. Rom 4:18).
Durante este mes de noviembre conmemoraremos el asesinato del Presidente John F. Kennedy. Cuando aceptó su nominación a la presidencia en 1960, anunció la visión de una Nueva Frontera para nuestra nación. Era joven y enérgico e inspiró una gran esperanza en el futuro. Sin embargo, en los planes que presentó ante la nación citó las palabras de esperanza de Isaías 40:31 y concluyó sus comentarios diciendo, “Al enfrentar el desafío venidero, nosotros también esperaremos en el Señor y pediremos que Él renueve nuestras fuerzas. Entonces estaremos a la altura de la prueba. Entonces no nos cansaremos. Y entonces prevaleceremos”. Es triste que la era de la década de 1960 haya perdido la visión de esperanza en el Señor, lo que ha resultado en tantas de las dificultades actuales de la sociedad.
A medida que avanzamos en este mes de noviembre, renovemos nuestra esperanza en el Señor. Esperamos la vida eterna y, por lo tanto, podemos afrontar los desafíos de la vida actual con la convicción de que Dios está con nosotros ahora. Sigamos esperando en el Señor para renovar nuestras fuerzas, correr sin cansarnos y caminar sin desfallecer. Noviembre es un mes de esperanza, ¡y la esperanza es verdaderamente necesaria para todos!
Reverendísimo Gerald M. Barbarito
3 de noviembre de 2023